Noviembre 2024
“La muerte estaba presente a cada minuto y la gente estaba tirada, contagiada de sarampión, sobre todo los niños, los más indefensos, por falta de algo tan esencial como son las vacunas”, recuerda la enfermera Julia Paredes López, quien a los 17 años estuvo en una localidad estatal mexicana llamada Loreto, en el estado de Chihuahua, donde presenció el dolor de la muerte al escuchar el llanto desgarrador de las madres y abuelas al enterrar a sus hijos y nietos a causa del sarampión. Este momento la marcó para toda la vida.
“Yo no decidí ser enfermera, la enfermería me encogió a mí”, asegura Julia, que, a sus 50 años, es supervisora estatal del Programa de Vacunación Universal en el estado de Chihuahua, é澱, y continúa trabajando por garantizar que todos tengan acceso a vacunas, especialmente en las comunidades más remotas. “Saber que una vacuna les podía salvar la vida fue algo que me inquietó, algo que me hizo que me enamorara y hasta la fecha me tiene aquí”.